Charles Robert Maturin (1780-1824), autor de la inmortal novela gótica «Melmoth el errabundo» (1820) tomó prestado a los veinticuatro años el castillo de Udolfo de Ann Radcliffe, lo rebautizó con el nombre de Muralto un guiño al canónigo de san Nicolás, de Otranto, encendió una vela y se sentó a contarnos la horrible tragedia de la familia Montorio. Una historia espeluznante.
«La familia de Montorio» (aparecida originalmente con el título de «Venganza fatal») es un relato oscuro, una maraña de historias lo vuelven intrincado. Maturin va contando a un tiempo, separadamente, las zozobras de Ippolito y de Annibal, los hermanos Montorio, con los que viajamos a pie y a caballo por buena parte de la región de Nápoles. Sobre ellos se cierne la influencia de un personaje siniestro, el desconocido para Ippolito y el confesor para Annibal. Una fatalidad traba las vidas de los moradores del castillo de Muralto formidable, ennegrecido, silencioso, residencia de la familia Montorio, y sus destinos se deslizan de forma inexorable hacia la catástrofe final.